Reseña de "Fahrenheit 451", de Ray Bradbury

Fahrenheit 451 ofrece la historia de un sombrío y horroroso futuro. Montag, el protagonista, pertenece a una extraña brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, no es la de sofocar incendios sino la de provocarlos para quemar libros. Porque en el país de Montag está terminantemente prohibido leer. Porque leer obliga a pensar, y en el país de Montag está prohibido pensar. Porque leer impide ser ingenuamente feliz, y en el país de Montag hay que ser feliz a la fuerza... La novela más célebre de Ray Bradbury, maestro de la ficción científica.



Fahrenheit es una novela distópica clásica, de no más de 150 páginas, que cuenta la historia de Montag, un bombero que en el futuro no se dedica a apagar incendios, sino a provocarlos. ¿Por qué? Bueno, resulta que, en una sociedad alienada por la tecnología, los libros son una amenaza para el orden y el control social, por lo que han sido totalmente censurados. Entonces, Montag se dedica a encontrar y quemar los pocos ejemplares que quedan escondidos en el país. Pero algo en el cerebro dormido del bombero empieza a despertar… una joven que le habla del mundo, de tener tiempo para pensar. Y los libros dejan de ser simple alimento del fuego para convertirse en algo más.

Tengo sentimientos encontrados con este libro. A veces sentía que aborrecía cada una de las palabras que iba leyendo, detestaba los valores que quería inculcarme el autor, y encontraba totalmente inverosímil el universo que había creado. Pero por el otro, me sorprendí a mí misma reflexionando sobre mi propio estilo de vida mientras leía. Y esto es interesante, así que vamos a tratar de pensarlo mejor.
Pero antes de empezar: a partir de ahora voy a revelar algunos detalles de la trama que, si bien no son spoilers propiamente dichos, son parte importante de lo que conforma el tema del libro y podría molestar a algunas personas si no avisara esto. Así que bueno, si son ultra mega hiper sensibles al spoiler, you now what to do.



En el universo donde se sitúa la historia, la tecnología del entretenimiento ha ido haciendo mella en la capacidad de las personas para pensar o preguntarse el porqué de las cosas. Todos viven felices ignorando su entorno, y prestando atención únicamente a la “familia”, es decir, a las cuatro paredes-televisor que proyectan programas las veinticuatro horas del día.

¿Qué es lo que me causa conflicto sobre esto? Bueno, primero que nada, la falta de imaginación del autor. Me aburrió muchísimo que Bradbury solo fuera capaz de crear televisores más grandes que los que existían en su época y automóviles más rápidos. Ah, y un perro mecánico algo creepy del cual nunca comprendí muy bien la función. Está bien, entiendo que este libro fue publicado en la década del ’50, pero Julio Verne vivió hace casi dos siglos y hasta pudo imaginar un submarino antes de que lo inventaran. Es que parece que Bradbury ni siquiera se esforzó en pensar qué otras cosas podría deparar el futuro de la tecnología, y eso como que... bueno, aburre un poco.




Otra cosa que critiqué una y otra vez es el estado de completa ceguera e indiferencia con que viven los personajes de esta novela. Lo encontré terriblemente inverosímil. Puede que algunas personas huyan de la realidad a través de la tecnología, pero ¿toda una nación? ¿Y a pesar de estar a punto de enfrentarse a una guerra? ¿Qué es lo que los mantiene alienados? ¿Es el miedo a las represalias del gobierno? ¿Es la propia conveniencia de encerrarse en el mundo virtual? Todo el tiempo sentí que Bradbury olvidaba lo fundamental del ser humano, que ya en su época empezaba lentamente a asomar, y que después de una década le estalló en la cara: que nunca nos conformamos. Nunca dejaremos de preguntar.

¿Por qué usé la expresión “le estalló en la cara”? Porque creo que los valores que el autor de este libro intentaba promulgar eran esencialmente retrógrados. La revolución cultural del ’60 debió de haberle resultado un infierno a este señor, que escribe en boca de Clarisse:


“Ha de saber que yo soy responsable. Años atrás, cuando lo merecía, me azotaban. Y hago a mano todas las compras de la casa, y también la limpieza.”

Y después, en boca del anciano Faber:


Nuestra meta es la supervivencia. Olvídese de esas solas y estúpidas mujeres...”

Para lograr que un niño sea responsable hay que pegarle. Las mujeres están solas y son estúpidas, no tienen escapatoria. Los únicos que pueden pensar en salvarse de la censura son los hombres. ¿Son esos los valores que debo conservar para ser una persona responsable, señor Bradbury? ¿El maltrato infantil y el machismo? Bueno, muchas gracias, pero no, gracias.



Sin embargo, gracias al cielo, llegando a la tercera parte del libro, un anciano llamado Faber aparece como el único personaje medianamente decente, que hace un análisis bastante acertado de lo que le ocurre a Montag y al mundo. Acá empecé a reconciliarme un poco con Bradbury. Y empecé a sentir que Faber estaba hablando de algunas cosas que yo hago hoy en día. Particularmente con este pasaje:


“-Oh, disponemos de muchas horas después del trabajo. 

-De horas después del trabajo, sí, pero, ¿y tiempo para pensar?”



No podemos negar que muchos de nosotros ocupamos nuestro tiempo libre en llenarnos el cerebro de información banal y estúpida, para escapar temporalmente del estrés, del dolor o simplemente de la vida. Yo misma pospuse esta reseña un día entero porque no quería tener que enfrentarme con todos estos pensamientos. Y mientras tanto chequeé Facebook, Twitter, WhatsApp, Snapchat, Pinterest, Goodreads y Youtube, consumiendo pequeñas pero permanentes dosis de entretenimiento superficial y volátil.

De la misma forma, al instante de terminar de leer un libro empezamos otro, e incluso leemos varios libros a la vez, sin darle a cada uno de ellos el espacio para desplegarse en nuestras mentes y permitirnos pensar. Y todo por el afán de leer más, de tener más libros que guardar, de marcar más títulos en la bookshelve “read” de Goodreads.

Así que, a pesar de estar un poco enojada con Bradbury todavía, tengo que agradecerle por Fahrenheit 451, ya que me ha hecho pensar. Y me ha hecho darme cuenta de que no necesito estar leyendo dos o tres libros al mismo tiempo, ni comenzar un nuevo libro antes de haber asimilado el final del anterior. Este libro me ha hecho replantearme mis propósitos de lectura, ya que tuve que preguntarme: ¿qué es lo que quiero? ¿Leer muchos libros, o comprenderlos? Y me decanté por la segunda opción. Voy a tomarme mi vida con más calma. Y voy a meterme más profundamente en cada universo que llegue a mis manos. Porque cada libro es eso: un universo. Y lo mejor que podemos hacer es explorarlo.

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